jueves, 23 de agosto de 2012

Grafía de Antonio Muñoz Molina


Estos últimos meses ha circulado por nuestro equipo El jinete polaco, obra soberbia de Antonio Muñoz Molina que nos ha permitido disfrutar de ese máximo placer veraniego que es recorrer una gran historia sentado a la orilla del mar o bajo la sombra de un frondoso árbol. Subrayamos muchos fragmentos del escrito y pensamos que entre ellos había interesantes Grafías para nuestra sección Foto-Grafía. Pudimos contactar personalmente con el autor (gracias siempre Ana P.) y en nuestro siguiente número tendremos el honor de contar con uno de los pasajes de la obra. Así que, una vez más les invitamos a que nos envíen las imágenes que les evoque el texto adjunto y una de ellas será seleccionada para la publicación. Pueden hacernoslas llegar a redaccion@treintaycuatro.es y tienen de plazo hasta el 20 de septiembre. Feliz lectura y feliz jueves (y gracias Rubén)!

“Lo que más miedo le daba al mirar aquellas fotos de muertos era lo exactamente que se parecían a las de los vivos, y eso agravó en él una tendencia gradual a confundirlos entre sí. Veía a alguien posando en su estudio y antes de esconder la cabeza bajo la cortinilla ya se imaginaba la cara que tendría en la foto cuando estuviera muerto, y sólo se olvidaba de ese vaticinio lúgubre cuando miraba a través de la lente la figura invertida: entonces el caballero solemne o la dama vanidosa o el jerarca mutilado con boina roja y condecoraciones se convertían en equilibristas absurdos que intentaran mantener cabeza abajo toda su irrisoria dignidad. De tanto ver a la gente del revés tras el objetivo de su cámara acabó perdiendo el respeto por toda autoridad y adquirió una secreta irreverencia, y cuando iba por la calle y se cruzaba con un militar de alta graduación, con un capellán belicoso o una señora de mantilla y abrigo con cuello de astracán, al mismo tiempo que los saludaba con una mansa inclinación de cabeza se los imaginaba automáticamente caminando del revés y contenía con dificultad un ataque de risa. Con los años fue empezando a sentir hacia el género humano un desapego de médico acostumbrado a ver en la pantalla de los rayos X la fosforescencia del esqueleto, y cuando examinaba una foto recién hecha pensaba que a la larga sería, como todas, el retrato de un muerto, de modo que lo intranquilizaba siempre la molesta sospecha de no ser un fotógrafo, sino una especie de enterrador prematuro.”

Antonio Muñoz Molina
El jinete polaco
1ª edición (revisada por el autor) en Editorial Seix Barral: septiembre 2002

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